Manual para no empicharse – Últimas Noticias
Relaciones familísticas: Lo primero que no debe ser ningún partido o gobierno es familístico. Las monarquías hereditarias generan problemas entre la familia y sufrimientos al pueblo: “El Estado soy yo”. Son onerosos adornos. Si un familiar tiene vocación política, capacidad y ética, hay que dejarle. Lo que no puede ser es que un gobierno o un partido, esté liderado por incapaces, porque: “con la familia, aunque tenga cochochos”. Eso vale para otras cosas. En revolución hay que tener ética de diamante.
El síndrome Irenelandia: Irene Sáez se hizo política por bella y por ella, a su imagen y semejanza, con toda razón, es lo que sabía hacer. Este hueco lo tapó Irene, esta alcantarilla la puso Irene, estos poquitos ranchos los acomodó y pintó Irene, esos uniformes policiales coloniales los diseñó Irene. Ahora resulta que, desde la ambulancia hasta el baño público, son obra del gobernador o alcalde “chavista” de turno, cuya fotografía con sonrisa congelada aparece en la puerta del water clock. Hasta se mandan a hacer jingles: “Toriibiooo gobernadooor” ¡No puede ser! De lo primero que se desprendió Chávez fue del ego, fundiéndose con su pueblo: “Chávez, ya no soy yo, Chávez es un pueblo”. Más que una idea, una corporeidad.
Contra soberbia, humildad: No me gusta ligar, la religión con la política, aunque la ética es un punto de encuentro. Lo peligroso es relacionar la dimensión institucional de la religión a la acción política de un partido o gobierno. Las religiones y cosmogonías pueden ser fuente de lo sagrado o de lo político. Por ejemplo: “mandar obedeciendo” principio que regía tanto al Inca como al kuraka. Las virtudes capitales son imprescindibles en un revolucionario.
Instituciones periclitadas: El estado y los partidos modernos no representan cabalmente la lucha popular. AD era un partido de gobierno y terminó derrocando a su gobierno y destruyendo el partido. Me quedo con los movimientos, encarnan la dialéctica de la política transmoderna en construcción. Aunque haya que tener en circunstancias extraordinarias sus dosis de centralismo democrático.
En acuerdo con el primer presidente chavista, pero esos a los que usted refiere presidente, no son caudillos. Los caudillos era gente seria que mantuvo el orden de un país destruido por la guerra y se enfrentaron al proyecto nacional oligárquico, la narrativa histórica de las clases dominantes les creó esa falsa imagen negativa, para esconder tras ella su incapacidad de hacer Patria.
