Cuando David Lynch hizo una película para Disney y resultó ser otra obra maestra y una de las rarezas de su filmografía

En 1999, los espectadores arquearon la ceja cuando los rótulos iniciales mostraban a la casa Disney presentando una película de David Lynch. El legendario autor ya había conquistado al público con obras oníricas sin igual como ‘Terciopelo Azul’, ‘Carretera perdida’ o ‘Twin Peaks’, pero ahora se enfrentaba quizás a su trabajo más complicado hasta la fecha: un biopic sin rarezas ni filigranas.
El resultado fue ‘Una historia verdadera’ (‘The Straight story’), una road movie que cuenta la historia real de Alvin Straight, hombre americano que a los 73 años y al no tener carnet de conducir recorrió 390 kilómetros en un tractor cortacésped para visitar a su hermano que acaba de tener un infarto.


A priori, la película lo tiene todo para conquistar a ese espectador soñoliento de domingo por la tarde. Su ritmo es pausado, su trama amena y sus mensajes bonitos e inofensivos, pero es al experimentarla cuando se aprecia una cinta de gran belleza y sensibilidad. El proyecto llegó a Lynch por parte Mary Sweeney, colaboradora habitual y quién se había enamorado de la historia tras leerla en un artículo del New York Times. El guion, coescrito con John Roach, enamoró de igual manera a Lynch, quien consideró que era algo muy especial.
Lo mismo pensaron en Cannes. La crítica acabó conquistada con un proyecto diferente del cineasta que tenía la particularidad de ser para todos los públicos, algo a lo que el cineasta solo se había acercado con ‘El hombre elefante’. Desde Disney también lo vieron clarísimo, adquirieron la película en un movimiento que la prensa del momento caracterizaba de «una combinación inusual». Peter Schneider, quién se encargó de la adquisición, se deshacía en halagos con ella: «Es una bonita película sobre valores, perdón y sanar que celebra América. En cuanto la vi, supe que era una película Disney».
A pesar de la sorpresa inicial, había un ADN innegablemente lynchiano aquí. Ayudaba la música de Angelo Badalamenti, esa trama llena de anécdotas curiosas y ese elenco de personajes pintorescos. Irónicamente, una de las películas más raras de Lynch resultó ser una película completamente «normal», una que consiguió sentirse como las mejores obras de su filmografía: curiosa, honesta, y dispuesta a fascinarse con el mundo.
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