Contribución del Foro China-Celac a la gobernanza en derechos humanos
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América Latina y el Caribe entre el imperialismo del Norte Global y su independencia (su pertenencia) con el Sur Global
A lo largo de su historia republicana, los países de América Latina y el Caribe han enfrentado profundas contradicciones internas en la definición y estructuración de sus Estados Nacionales. Por un lado, algunos sectores pretendieron mantenerse como colonias; otros, los más avanzados, plantearon la creación de Estados independientes, fuertes e integrados; y un tercer grupo, al que le bastaba la independencia formal de las antiguas metrópolis, dividido en múltiples pedazos que satisficieran sus intereses y ambiciones particulares de poder.
Este último sector estuvo representado en cada país por las oligarquías tradicionales —herederas del poder económico colonial— y una nueva élite nacida al fragor de las guerras de independencia, que traicionaría los ideales de justicia e igualdad impulsados por las luchas emancipadoras, adaptándose y acomodándose al nuevo orden que comenzaba a fraguarse tras la independencia de EEUU y sus ambiciones expansionistas.
A pesar de la resistencia y la lucha popular desarrollada en cada país, esta realidad logró imponerse y consolidarse a lo largo de los últimos dos siglos. Aunque siempre las clases oligárquicas mantuvieron el relato de la integración, podemos afirmar, de manera sintética, que ésta nunca se concretó y sólo avanzó al dictado de las potencias dominantes y las concesiones arrancadas por las luchas y rebeliones populares, y en algunos casos, por el temor a revoluciones sociales. En consecuencia, los principales mecanismos de integración surgidos en la segunda mitad del siglo XX tuvieron como distintivo la sumisión al imperialismo estadounidenses y al modelo capitalista occidental. Estos procesos privilegiaron los temas tarifarios y el intercambio comercial, sin avanzar en la construcción de estructuras políticas, culturales, sociales o diplomáticas comunes que fortalecieran verdaderamente la voz y el protagonismo de nuestra región.
La primera década del siglo XXI
Sin embargo, más allá de esta realidad, los pueblos de América Latina y el Caribe, a través de sus luchas y su pensamiento, han forjado un valioso legado y un amplio acervo para la resistencia y la construcción de un modelo propio de integración, sustentado en una raíz cultural triple que define lo que hoy somos: el desarrollo civilizatorio de los pueblos originarios, la influencia de los colonizadores europeos y la presencia forzada de los pueblos africanos, esclavizados y trasladados violentamente a estas tierras. La interacción desigual entre estos tres componentes ha dado forma a nuestra identidad.
En 1999, tras su victoria electoral del año anterior, el Comandante Hugo Chávez impulsó en Venezuela un proceso constituyente que retomó el legado de las luchas emancipadoras del continente. Desde esa perspectiva, planteó que Venezuela, América Latina y el Caribe debían avanzar hacia una “segunda independencia”, que no podía ser meramente nacional, sino continental, retomando las banderas de la unidad latinoamericana y caribeña. En sus intervenciones, Chávez solía advertir: “O nos unimos o nos hundimos”, sintetizando así una verdad histórica conocida desde nuestras independencias formales y, al mismo tiempo, interpretando el momento crítico que vivía la humanidad. Chávez cuestionaba abiertamente el orden mundial impuesto por la globalización neoliberal y los organismos que la sostenían, responsables de la desigualdad global y de la expoliación de los recursos del llamado “Sur Global”.
Ya entonces, Chávez avizoraba la crisis de ese modelo y comenzaba a plantear relaciones internacionales alternativas. En esa línea, promovió el acercamiento con países como China, Rusia, Irán, Türkiye, Vietnam y el mundo árabe, así como con algunas naciones de Europa occidental, aunque con menos éxito, por razones evidentes: las ideas de independencia latinoamericana no encajaban en los intereses de Estados Unidos ni de Europa occidental, que sabotearon esos esfuerzos utilizando todos los instrumentos a su alcance —golpes de Estado, guerra mediática, demonización internacional e incluso el uso político de organismos multilaterales como las Naciones Unidas y sus agencias.
Desde el principio, el comandante Chávez tuvo una mirada global sobre los problemas que aquejaban a Venezuela y al continente. Por ello, apostaba a la emergencia de un mundo distinto, inspirado en la doctrina bolivariana del “equilibrio del universo”. Ya en agosto de 1999, le hablaba a la Asamblea Nacional Constituyente, en estos términos: “Estamos sembrándonos en un nuevo mundo, en un nuevo siglo, con dignidad, con altura, con soberanía”.
La nueva Constitución, aprobada ese mismo año, estableció que las relaciones internacionales de Venezuela se regirían por principios como la independencia, la igualdad entre los Estados, la libre determinación de los pueblos, la no intervención, la paz y la solidaridad. También en 1999, Chávez realizó su primera visita oficial a China, donde afirmó: “Hemos sentido la mística fuerza de cien siglos y de mil pueblos, debajo de la presencia de Dios. Nos llevamos todo eso, recogido como una flor en el corazón. ¡Rumbo a la unidad real de China y Venezuela!”.
En el año 2000, durante la II Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la OPEP, Chávez llamó a “seguir fortaleciendo nuestros caminos, para seguir transformando este mundo nuevo”. Ese mismo año, en la Cumbre del Milenio de la ONU, propuso una reforma estructural del sistema de Naciones Unidas. Años después, en septiembre de 2006, durante la 61ª Asamblea General de la ONU, exclamó: “Una voz independiente somos para representar la dignidad y la búsqueda de la paz, la reformulación del sistema internacional; para denunciar la persecución y las agresiones del hegemonismo contra los pueblos del planeta”.
Tras la victoria de Chávez en Venezuela, y su ejemplo, otros países comenzaron a experimentar cambios políticos que llevaron a la presidencia a sectores nacionalistas e introdujeron transformaciones en su política exterior. Uno de los hitos más significativos fue, en 2005, en la Cumbre de Mar del Plata, donde se produjo una confluencia de gobiernos y un estado de opinión en América Latina que logró detener el intento de recolonización estructural impulsado por Estados Unidos a través del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). El ALCA representaba una integración desigual y profundamente asimétrica entre dos de las economías más grandes e industrializadas del mundo —Estados Unidos y Canadá— y otras 33 economías latinoamericanas y caribeñas, mayoritariamente basadas en el extractivismo y la exportación de materias primas con escaso valor agregado. En esencia, se trataba de un intento por controlar nuestros recursos, nuestras finanzas, nuestras economías y nuestras leyes mediante las recetas neoliberales impuestas por el FMI y el Banco Mundial.
La batalla de Mar del Plata fue, sin duda, épica. Se ganó gracias a la astucia y a la unidad de países liderados por gobiernos tan disímiles como el de Nicanor Duarte en Paraguay —quien desempeñó un papel clave en el debate— y el del Comandante Hugo Chávez, quien junto al anfitrión, Néstor Kirchner, encabezó las posiciones del Sur. Paralelamente, una multitudinaria Cumbre de los Pueblos celebró esta victoria estratégica, que inspiró a otros pueblos de la región a apostar por nuevos liderazgos comprometidos con una mayor independencia respecto al hegemón, asumiendo posiciones en favor a la nueva integración de la región.
Fue una época de sueños, de experimentación y de propuestas orientadas a construir una integración genuina, sustentada en la igualdad entre los Estados, el reconocimiento de las asimetrías, el intercambio justo, y la cooperación en múltiples ámbitos: económico, político, social, científico, cultural, diplomático, energético y sanitario. También se impulsó una visión compartida de desarrollo mediante infraestructura común, basada en las fortalezas y ventajas comparativas y competitivas de cada país o región, no para la dominación, sino para el progreso conjunto.
Durante ese periodo, surgieron propuestas y proyectos para el desarrollo de infraestructura física como carreteras, vías férreas y fluviales; iniciativas como el Banco del Sur y fondos para el desarrollo, el gasoducto del sur, inversiones “gran nacionales”, que utilizaban capitales estatales para el desarrollo de refinerías y otras industrias bajo propiedad conjunta. Igualmente, se impulsaron exitosos programas sociales, como campañas de alfabetización en lenguas tanto dominantes como originarias, y el programa Misión Milagro, diseñado por Cuba e impulsado por Venezuela, que devolvió la vista a millones de personas pobres en todo el continente.
Se abrió así un periodo fecundo, de gran creatividad y optimismo, en la búsqueda de la unidad de América Latina y el Caribe. Aunque no estuvo exento de confrontaciones ideológicas, tensiones internas y presiones externas, se logró consolidar un respaldo amplio por parte de la opinión pública, los movimientos sociales y diversas fuerzas políticas, a la creación de un espacio de concertación política regional entre los 33 países del continente. Esta visión tomó forma institucional el 3 de diciembre de 2011, con la fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en Caracas, cuna del Libertador Simón Bolívar.
Sin embargo, como era previsible, Estados Unidos emprendió una ofensiva sistemática para desmantelar este proceso. Recurrió a su manual de desestabilización: golpes de Estado —blandos y duros—, fraudes electorales, guerras económicas, guerras jurídicas y campañas de desinformación, ejecutadas en distintos países de la región como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay, Brasil, Cuba y Nicaragua, entre otros.
En el caso venezolano, se aplicaron todos estos mecanismos de injerencia y violación del derecho internacional: intento de golpe de Estado, planes de magnicidio, guerra económica, medidas coercitivas unilaterales, y otras acciones como la creación del Grupo de Lima en 2017 —una coalición de gobiernos alineados con la estrategia de aislamiento—, o el intento de invasión a través de las fronteras con Colombia y Brasil en 2019.
Estas acciones contra Venezuela y otros países no solo perseguían la desestabilización interna, sino también la destrucción del proyecto de integración regional. En esa línea, Estados Unidos, con la complicidad de diversos sectores nacionales e incluso de algunos gobiernos, logró desarticular UNASUR, al punto de desmantelar su sede física, y obstaculizar el avance de la CELAC, en un intento por restaurar la hegemonía hemisférica y frenar alternativas soberanas en la región.
Este valioso acervo no se ha perdido, y la CELAC comienza a levantarse nuevamente. Su reimpulso está estrechamente ligado a la resistencia del pueblo venezolano y a la renovación de liderazgos en varios países de la región. No obstante, un factor clave en su revitalización ha sido el Foro China-CELAC, que ha abierto nuevas perspectivas de cooperación.
China-Celac. Una comunidad de futuro compartido.
En esta nueva realidad mundial en desarrollo se hace más notable la contradicción EEUU-China, especialmente en nuestra región. Mientras Estados Unidos recurre a amenazas e impone restricciones comerciales y políticas, China avanza con una estrategia centrada en la cooperación. Esta diferencia se refleja claramente en sus visiones de política internacional: mientras Estados Unidos promueve la idea de una «paz a través de la fuerza», China propone la construcción de una «comunidad de futuro compartido».
El investigador Sergio Rodríguez expresaba este contraste en un artículo reciente:
“Mientras Estados Unidos diseña guerras, planifica invasiones, decide sanciones e implementa aranceles contra todo el mundo, China silenciosamente avanza en su diplomacia de paz. Al mismo tiempo que Washington retóricamente vomita su plan de destrucción planetaria que ejecuta maquiavélicamente suponiendo que de esa manera va a poder mantener su hegemonía global, Beijing, sin hacer mucho ruido, construye una dinámica de paz y cooperación a fin de hacer de la Tierra un espacio vivible para todos sus habitantes.”
A lo que añado, Estados Unidos está persiguiendo con saña a los inmigrantes, está creando nuevos marcos de agresión contra Venezuela, Cuba o México fabricando expedientes de terrorismo y seguridad nacional. También ha amenazado a Panamá e impuesto criterios sobre la administración del Canal, al tiempo que mantiene una presión constante sobre Colombia y otros países tradicionalmente considerados como sus principales aliados en la región. Recientemente, Washington ha vuelto a intervenir en los asuntos internos de Brasil, señalando al gobierno y al Poder Judicial, e incluso imponiendo “sanciones” a representantes del Estado. Además, ha implementado aranceles desproporcionados como medida punitiva frente al ejercicio de la soberanía regional y al creciente intercambio comercial y político entre China y América Latina y el Caribe. Estas acciones también responden al aumento de la inversión china en infraestructura y otros sectores estratégicos, en el marco de la doctrina de la “Comunidad de Futuro Compartido” y la iniciativa de la “Franja y la Ruta”. Aunque Panamá, presionada por Estados Unidos, se retiró de este acuerdo, otros 21 países de la región se mantienen firmes
En respuesta a este proceso, Estados Unidos ha intensificado su campaña de propaganda antichina en América Latina, aplicando y adaptando el mismo manual que utiliza en otras regiones del mundo. Entre los principales ejes de esta narrativa destacan:
1) El miedo civilizatorio: se promueve la idea de que la civilización occidental está en peligro.
2) La acusación de que China es un Estado represivo que viola los derechos humanos, tanto dentro de su territorio como en los países donde opera.
3) La advertencia de que China busca controlar a los países a través del endeudamiento.
4) La narrativa de que las inversiones chinas tienen como fin la expoliación de recursos naturales para su exclusivo beneficio.
5) El señalamiento de que estas inversiones no generan empleo local porque utilizan mano de obra china.
6) La idea de que el hemisferio occidental está en riesgo frente al avance de China.
7) Entre otros elementos recurrentes.
Consciente de esta situación, en abril pasado, en un seminario organizado por la Embajada de China en Venezuela y el Centro de Estudios Latinoamericanos y Caribeños Rómulo Gallegos (Celarg), la profesora e investigadora Judith Valencia proponía, y lo traslado como propuesta a este espacio:
“Deviene una necesidad sentida. China requiere forjar una correlación de fuerzas favorable que distinga su política de la Intención Occidental: conviene elaborar UN PROGRAMA DE PROPÓSITOS COMPARTIDOS de los Acuerdos de inversión facilitadores de la producción y el comercio y otros ámbitos de las relaciones. Diseñando un TEJIDO TERRITORIAL de respeto a lo histórico y diferente al proyecto invasor occidental, raíz de movimientos insurreccionales. Conocernos, respetarnos A TODA PRUEBA, PARA TODO MOMENTO”
Algunas claves para comprender y divulgar este programa de propósitos compartidos se encuentran en los resultados del Foro China-CELAC, realizado el pasado 13 de mayo. Para ello, conviene analizar tanto el discurso del presidente Xi Jinping como la Declaración de Beijing, los cuales ofrecen una visión integral que revela no sólo la praxis de la relación sino también los fundamentos doctrinarios y el marco de acción de la Comunidad de Futuro Compartido, en defensa del multilateralismo.
Las relaciones entre China y América Latina y el Caribe, así como las relaciones entre los países de la CELAC, deben sustentarse en los mismos principios que impulsan la indispensable reforma del sistema de gobernanza global.
Empecemos por el discurso del Presidente Xi JingPing:
1) Estuvo centrado en los principios y objetivos que deben guiar las relaciones diplomáticas. Recordó hitos históricos que ilustran el compromiso de China con las causas soberanas de la región: el apoyo a Panamá en los años 60 por la recuperación del Canal; el respaldo en los años 70 al derecho de América Latina y el Caribe a las 200 millas marítimas; y el acompañamiento sistemático a Cuba en Naciones Unidas mediante las resoluciones que exigen el fin del bloqueo estadounidense. Asimismo, agradeció la consecuente adhesión de los países latinoamericanos al principio de «una sola China». En el plano doctrinario, reiteró su respaldo “a los países de la región a seguir el camino de desarrollo acorde con sus realidades nacionales, defender su soberanía e independencia nacional, y rechazar las interferencias externas.”
2) Reafirmó que China y América Latina y el Caribe han trabajado de manera conjunta para practicar un verdadero multilateralismo, salvaguardar la equidad y la justicia internacionales, promover una reforma profunda del sistema de gobernanza global, e impulsar tanto la multipolaridad como la democratización de las relaciones internacionales.
3) Enfatizó que la construcción conjunta de la Franja y la Ruta, especialmente en el ámbito de la alta tecnología, representa una nueva etapa de cooperación Sur-Sur, lo cual evoca propuestas históricas de liberación, de un modelo basado en la cooperación entre iguales, así como de la lucha contra la pobreza y la desigualdad y del derecho al desarrollo económico y cultural del “Sur Global”.
4) Destacó que se han ejecutado más de 200 proyectos de infraestructura en la región y que el volumen comercial entre China y América Latina y el Caribe superó en 2024 los 500 mil millones de dólares, una cifra 40 veces superior a la del inicio del siglo. (Este dato, en concreto, es un reflejo de esos cambios políticos iniciados en la región a comienzos de siglo, como lo mencionamos al inicio de este documento.)
5) Subrayó los avances en cooperación humanitaria con solidaridad y ayuda recíproca frente a fenómenos naturales como huracanes y terremotos, a través de acciones conjuntas de prevención, mitigación y alivio de desastres.
6) Finalmente, y esto es muy importante, el Presidente Xi JingPing, afirmó que “ya somos una comunidad de futuro compartido que avanza de la mano y que tiene el trato en pie de igualdad como su carácter definitorio, los beneficios mutuos y las ganancias compartidas como su fuerte impulso, la apertura y la inclusión como su visión y cualidad, y el bienestar para los pueblos como su propósito fundamental, por lo que ostenta vigorosa dinámica y amplias perspectivas de desarrollo”.
La Declaración de Beijing recoge estas ideas y propuestas y enfatiza en el compromiso de llevarlas a cabo, añadiendo algunos elementos singulares que son principios fundamentales en la transformación de la gobernanza mundial:
1) La importancia del desarrollo sostenible y la necesidad del intercambio entre gobiernos para profundizar el aprendizaje mutuo en ámbitos como la infraestructura, la conectividad, la innovación científica y tecnológica, la transición energética y la reducción de la pobreza.
2) La paz mundial y el fortalecimiento de la amistad, la cooperación y la promoción del desarrollo común a nivel global. Se reitera que América Latina y el Caribe fueron proclamadas como Zona de Paz que proscribe las armas nucleares.
3) Aunque se plantea la reforma de las Naciones Unidas, para adaptarlas a las realidades del siglo XXI, se reconoce (y esto es fundamental y estratégico ante cualquier intento de manipulación de otras potencias) “la importancia de defender el Derecho Internacional y promover los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. Estamos comprometidos con los principios de igualdad entre las naciones, el respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial. Apoyamos la solución pacífica de las diferencias, disputas y conflictos, respetamos la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados, nos oponemos a la amenaza o al uso de la fuerza en las relaciones internacionales y a la imposición de medidas coercitivas unilaterales, y estamos comprometidos a promover un orden internacional más democrático”.
4) También se plantea la necesidad de una transformación de la gobernanza económica global que aborde las prioridades compartidas de todas las naciones y la reforma del sistema financiero internacional, con el fin de hacerlo más eficiente y más equitativo.
5) Se convoca a todas las partes a adherirse a los instrumentos internacionales sobre cambio climático, respetando el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades respectivas, sin utilizar estos instrumentos para establecer nuevas barreras comerciales.
6) Se acentúa el papel de las Naciones Unidas en la gobernanza de las tecnologías emergentes y transformadoras, como la Inteligencia Artificial (IA), para garantizar discusiones inclusivas y legítimas.
7) Se hace una mención explícita a la promoción de los derechos humanos.
Por último, creo importante enumerar, por la importancia en el debate, algunos aspectos del Plan de Acción Conjunto Celac-China para la cooperación en áreas clave (2025-2027) que también evidencian la visión amplia de un modelo diferente de relaciones entre las naciones y los pueblos, que estaría transformando en lo concreto las relaciones internacionales y la gobernanza mundia:
1) Fortalecer las relaciones CELAC-China sobre la base de la igualdad y la confianza mutua.
2) Promover una mayor sinergia de las estrategias de desarrollo para beneficios mutuos y resultados en los que todos ganen.
3) Consolidar los cimientos de la amistad entre los pueblos a través del aprendizaje mutuo entre civilizaciones.
4) Unir a las personas y enfrentar los desafíos globales.
5) Implementación. Se plantean varios principios para el seguimiento de este plan, como la flexibilidad y participación voluntaria en reconocimiento de la soberanía de las naciones y las asimetrías existentes.
Todos estos enunciados conforman un amplio plan de acción que abarca los ámbitos económico, financiero, cultural, científico, educativo, agrícola, alimentario, energético, mediático, cinematográfico, editorial, sanitario, así como la gestión de riesgos, el cambio climático y la protección del medio ambiente. También incluyen el reconocimiento e intercambio civilizatorio, la erradicación de la pobreza y el desarrollo, el deporte, el turismo, la cooperación judicial y policial, la lucha contra la corrupción, la seguridad global y la ciberseguridad, la propiedad intelectual, el fortalecimiento de los lazos de amistad entre los pueblos, el papel de la juventud, los centros de pensamiento y el desarrollo de infraestructura, entre otros.
Aunque aquí se presenta de manera resumida, este es el marco estratégico sobre el cual se construye la relación entre China y América Latina y el Caribe, así como su proyección conjunta hacia el futuro y hacia el escenario internacional.
Por último, sin duda, es necesario un debate sobre el papel de las Naciones Unidas.
El mundo ha cambiado desde 1945; la ONU y la gobernanza internacional, no
Es evidente que la afirmación anterior requiere un desarrollo más amplio. Sin embargo, el objetivo de este texto es, fundamentalmente, subrayar que el sistema de Naciones Unidas nació en un mundo determinado por una balanza de poder que dejó de existir pocos años después de su fundación. Para empezar, la ONU fue creada en 1945 por 51 Estados; hoy la integran 193, la mayoría surgidos de los procesos de descolonización ocurridos entre 1955 y 1975.
Aunque los 5 países miembros permanentes del Consejo de Seguridad siguen teniendo un peso importante en el mundo, debemos destacar: 1) La correlación de fuerzas y el peso relativo entre ellos ha cambiado de manera sustantiva; 2) Han surgido y se han consolidado otras potencias regionales que también alteran la correlación de fuerzas general y el peso relativo de esas cinco potencias principales; 3) La producción mundial se ha movido de regiones y países; 4) Existe un riesgo fundamental cada vez más intenso para la vida en el planeta debido al deterioro acumulado del medio ambiente causado por el modelo de desarrollo capitalista y la industria basada en la explotación de los recursos naturales y el uso intensivo de los combustibles fósiles; 5) Una nueva revolución científica y tecnológica, centrada en la inteligencia artificial, avanza rápidamente sin marcos regulatorios internacionales claros; 6) Crecimiento desenfrenado de las tecnologías de la comunicación, nacimiento de las redes sociales y de la comunicación planetaria en tiempo real y concentración de la propiedad de las mismas en manos privadas y monopólicas; 7) Crecimiento poblacional.
Asimismo, debemos recordar que, a grosso modo, en estos 80 años, hemos vivido al menos tres etapas de poder en el mundo: 1) Un mundo bipolar, centrado en la competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética, con un creciente número de Países No Alineados; 2) Un mundo unipolar, caracterizado por una concentración de poder e influencia en un solo país, Estados Unidos, capaz de condicionar por la fuerza, o a través de un proceso neocolonial, vastas regiones del mundo; 3) Un mundo naciente, que solemos calificar de multipolar, en el que se ha movido hasta geográficamente el balance del poder mundial, del que emerge también el reclamo del llamado “Sur Global”.
En este escenario, la Organización de las Naciones Unidas y sus agencias, se muestran inoperantes, incompetentes e ineficaces tanto por sus limitaciones estructurales como por el hecho real de que dicha organización está colonizada por funcionarios que responden a los intereses del Norte Global y en particular de Estados Unidos. Para ser más precisos, responden principalmente a los intereses y designios de los países que acogen sus principales sedes.
Desde hace casi dos años la humanidad observa con asombro, dolor e impotencia el genocidio que Israel está perpetrando contra la población Palestina. Es frustrante ver cómo la llamada comunidad internacional es inoperante. A pesar del reclamo generalizado y del posicionamiento de la mayoría de países del mundo, la ONU se muestra incapaz de tomar una decisión y actuar acorde con el Derecho Internacional. Ese es el ejemplo más doloroso y presente, pero podemos citar otros más cercanos en nuestra región, relacionados con este foro.
Me refiero al bloqueo criminal y extraterritorial que EEUU le ha impuesto a Cuba por más de 60 años, y las medidas coercitivas unilaterales contra Venezuela —también criminales, extraterritoriales y violatorias de los derechos humanos—, que se han aplicado durante más de una década. Sin embargo, cada año leemos, con sorpresa, noticias en los medios y documentos divulgados por Naciones Unidas en los que convierten a la víctima en victimario.
A pesar de todo esto, como bien señala el profesor Augusto Zamora en su libro Multipolaridad y descolonización de Naciones Unidas, una crítica descarnada al actual sistema de gobernanza internacional, no se puede afirmar que la ONU no haya servido para nada. Él lo explica con claridad:
“En una época de quejas infinitas sobre la inoperancia de la ONU, sobre todo viendo el genocidio sionista en Gaza, se hace necesario recordar sus orígenes, pues sin conocerlos, resulta imposible entender las razones de su inoperancia, que ha sido histórica. Es decir, no es de ahora, sino de siempre en temas de rivalidades sistémicas, lo que no significa que, de general, la ONU no sirva para nada. Ha servido para muchísimas cosas, algunas revolucionarias como el proceso de descolonización —que puso fin a los imperios coloniales europeos y cambió para siempre y para bien la faz de la sociedad internacional— o la construcción de un orden jurídico mundial de primer orden; pero en las confrontaciones sistémicas no (y en otras tampoco), porque hay, como se dice en Derecho, un vicio de raíz, que explica el mal funcionamiento de las NNUU”.
Por ello, resulta fundamental comprender el funcionamiento de la ONU y sus agencias, y desarrollar una mirada crítica que permita distinguir entre la institucionalidad viciada, instrumentalizada y colonizada por representantes de los países más poderosos, y los instrumentos jurídicos que, pese a todo, constituyen un legado valioso para la humanidad, y una base para la construcción de la paz y la justicia internacional.
Es necesario recoger ese legado, diseñar estrategias para confrontar y cambiar la institucionalidad existente, a la vez que se avanza en la construcción y fortalecimiento de nuevos mecanismos e instituciones surgidos del Sur Global, pensados para el Sur Global y también para el mundo, como bien podría ser el Foro China–CELAC, sobre el cual se centra este análisis.
Un ejemplo importante en esta dirección es la creación del Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de las Naciones Unidas, una agrupación dentro del sistema de la ONU que reúne a varios países de América Latina y el Caribe, junto con China y otras naciones. Esta iniciativa defiende una visión crítica y renovada del multilateralismo, con base en los principios de la Carta de las Naciones Unidas, proponiendo un enfoque más equitativo, inclusivo y soberano en la gobernanza internacional.
Se trata de definiciones básicas que deben asumir América Latina y el Caribe para enfrentar este momento decisivo, en el marco de una transformación profunda del viejo orden internacional. Nuestra región debe construir su protagonismo histórico con propuestas propias, basadas en la soberanía, la cooperación solidaria y el respeto al derecho internacional. En este sentido, no tenemos dudas de que espacios como el Foro China–CELAC constituyen pasos correctos hacia una integración regional con proyección global, desde y para el Sur Global. Es preciso seguir avanzando en estos espacios que nos permiten y nos convocan a retomar nuestras banderas históricas de unidad e independencia, integrándonos en ese nuevo mundo, junto a aliados vitales, para ser capaces de incidir en conjunto en los grandes debates globales.
