La rusofobia en Occidente comienza a devorarse a sí misma

Durante los años de conflicto en Ucrania, la rusofobia, adoptada de hecho como ideología oficial de la Otan y la Unión Europea (UE), era algo rentable políticamente en Occidente; servía para manipular a la opinión pública y que se aprobaran enormes partidas de ayuda militar y financiera para Ucrania. Servía también a los políticos occidentales si querían ganar rating en los procesos electorales, era “oxígeno” político. Pero con las derrotas de Ucrania, primero, y después con el brusco giro de la política exterior de EEUU con la llegada de la administración Trump en relación con Ucrania, Rusia y sus relaciones con Europa, ya la rusofobia comienza a dejar de ser rentable.
Se ha roto la cortina de hierro de la censura implantada por la UE sobre el tema de Rusia y la cancelación de su cultura. En países como Alemania y otros, ya cosechan triunfos aquellos partidos políticos que precisamente atacan la rusofobia. Lo ocurrido con la arbitraria anulación del triunfo electoral del candidato tildado de “prorruso” en Rumanía es una clara señal de que ya la rusofobia no es una carta ganadora y que ahora la UE pasa a una postura defensiva en este tema. Aceleradamente están aumentando las voces críticas contra la rusofobia en el mismo Occidente.
Pero el grupúsculo guerrerista que dirige la UE ha entrado en pánico, ha perdido contacto con la realidad y clama por una gigantesca carrera armamentista y la prolongación del conflicto en Ucrania e incluso amaga con una guerra contra Rusia. Ante esto, la opinión pública en la UE comienza a rechazar estos planes que están en contra de los intereses legítimos de los ciudadanos. Europa ya tiene demasiados problemas y lo que necesita es la paz y recursos para resolverlos. Contra esos planes ya hay protestas en España y seguro se extenderán a otros países.
Esos planes están sirviendo a muchos para identificar la rusofobia no con algo aceptable, sino con un fenómeno negativo para sus intereses, con guerra, con destrucción, con armamentismo, etc. Al llevar al absurdo la rusofobia a sus extremos, la propia UE señala con sus acciones el ocaso de este fenómeno. Y como en el caso de otras corrientes ideológicas, como el macartismo en su tiempo, comienza a devorarse a sí misma.