Identidad perdida – Últimas Noticias

Simón Rodríguez escribe la mayor parte de su obra en el segundo cuarto del siglo XIX. En esta América profunda se encuentra con “unos pobres pueblos que después de haber costeado con sus personas y bienes (…) o, como ovejas, con su carne y su lana (…) la Independencia, han venido a ser menos libres que antes”.
Rodríguez centra su atención para resolver el problema humano y, más precisamente, el problema de la sociedad moderna en la posguerra americana en el materialismo dialéctico que aparece como expresión científica de la realidad que le toca vivir, de sus contradicciones multiformes, de sus posibilidades para satisfacer las necesidades de un pueblo subsumido en la (des)identidad: “Somos independientes, pero no libres; dueños del suelo, pero no de nosotros mismos”, dice.
Rodríguez tiene plena conciencia de que la identidad de América debe constituirse entre su ser y lo que piensa que debe ser. Con su obra, desmonta el fatídico triángulo que arropa la Colombia nacida en Angostura y la Bolivia creada por Sucre y Bolívar: modernidad, colonialidad y capitalismo, aristas todas que nacen con la invasión del Reino de Castilla y Aragón.
La modernidad, como periodo histórico caracterizado por un conjunto de hechos: el descubrimiento de América (aunque sabemos que en 1421 el navegante chino Zheng He viaja al Caribe), invención de la imprenta (aunque sabemos que entre 1041 y 1048 Bi Sheng la inventó en China), Renacimiento, quema de brujas (epistemicidios) en Europa y más tarde la reforma protestante, la revolución científica y la creación de los Estados nación.
Este conjunto estaba apalancado culturalmente en la colonialidad como patrón de poder formado por ideas económicas, filosóficas, científicas, políticas y artísticas puntualizadas en la supremacía blanca, la epistemología eurocéntrica, la religión judeocristiana, la pedagogía de la sumisión, la universidad monárquica y monástica, el patriarcado y la misoginia.
Rodríguez es sujeto y objeto histórico a la vez: vivió la sociedad esclavista en Venezuela, Jamaica y Estados Unidos y la Revolución Industrial, producto de la modernidad, en Europa. Entiende el colonialismo desde su doble conceptualización, como sistema social y económico por el cual un Estado extranjero domina y explota una colonia y como doctrina que legitima esta dominación política y económica.
Tal comprensión le permite transitar el mapa de los excluidos para transformarlo en astrolabio emancipador con el que le da ser a las repúblicas latinoamericanas redescubriendo su emporio cultural y visibilizando su identidad perdida.