23 de Enero – Últimas Noticias

El 23 de enero de 1958 estalló una revolución. A Brígido, mi papá, le gustaba contar que en la parte alta de uno de los calabozos había una ventanilla que daba a la calle; montándose un preso sobre otro se asomaban y la vista llegaba al nivel de la acera. Por ahí se pudo ver que la multitud se abalanzaba hacia la entrada de la Cárcel de El Obispo; la Seguridad Nacional les disparaba, y algunos caían, entonces retrocedían y recogían los heridos, pero la gente volvía y se repetía la escena. Cada vez llegaban más cerca, hasta que la guardia abandonó sus puestos, robando la ropa de los presos, para poder salir encubiertos. Y por fin cayó la puerta de El Obispo, la cárcel situada en El Guarataro, en Caracas.
“Los calabozos de El Obispo miden metro y medio por dos y en cada uno durmieron hasta cuatro hombres, porque en la letra A (donde estaban los presos políticos) casi siempre hubo más de ciento veinte presos”, cuenta Juan Vené, el brillante periodista de beisbol, en una crónica publicada en la revista Élite en 1959. “Un total superior a los 10.000 presos políticos pasó por el estrecho rincón de los treinta y tres cuartuchos”, señala. “Los cálculos de los exreclusos políticos de ese penal señalan que solamente un diez por ciento de los hombres que llegaban ahí por primera vez eran realmente trabajadores de la clandestinidad”.
La gente liberó a todos los presos, políticos y comunes. Contaba Brígido que los trataban como héroes. Que lo metieron en un carro y antes de llevarlo a su casa en El Cementerio, fueron a los bloques de lo que se llamaría después el 23 de Enero y consiguieron una bandera para pasearlo por la ciudad como trofeo.
El triunfo popular se paseaba por las calles, cargadas de valor y de esperanza. Había caído Pérez Jiménez, expulsado por el pueblo, en unidad cívico-militar, convocado por la Junta Patriótica. Bajo este nombre se habían reunido dirigentes de URD, Acción Democrática, el Partido Comunista de Venezuela y hasta de Copei, que se había unido en los últimos meses a la resistencia y al llamado a huelga general. Claro, el secretario general de AD en Venezuela era Simón Sáez Mérida, el dirigente de la Junta Patriótica era Fabricio Ojeda. A Sáez Mérida, Fabricio Ojeda y los militantes del PCV los encontraremos años después alzados en guerrilla contra la traición que fraguaron en Nueva York los dirigentes subordinados al imperialismo.
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